La suba de costos, por el aumento en el precio del maíz, coloca a las actividades al borde de tener números económicos deficitarios.
En su estrategia de llegar a fin de año, sin devaluar, el Gobierno nacional apela a dos herramientas para obtener divisas. La primera es el acuerdo con el FMI, que ha comprometido a desembolsar fondos luego de las elecciones Paso.
La segunda son los tipos de cambio diferenciales para los granos, que ya está en su cuarta versión.
Las tres primeras fueron para la soja: la primera en septiembre de 2022, cuando los productores vendieron 16,21 millones de toneladas de soja. La segunda en diciembre pasado, cuando el segundo dólar soja involucró ventas por un total de 7,5 millones de toneladas. La tercera, en mayo pasado, durante 52 días, que movilizó operaciones para atraer divisas por 11,3 millones de toneladas.
Ahora es el turno del “dólar maíz”, un tipo de cambio que estará vigente hasta el 31 de agosto y a través del cual el Gobierno busca recaudar U$S 2.000 millones.
Al igual que sus versiones anteriores, el tipo de cambio diferencial para el maíz afectó a las producciones que convierten al cereal en proteína.
En el caso de la leche, el aumento en el valor del grano complica la relación insumo producto entre el cereal y el litro de leche, mientras que en el cerdo, la incidencia que tiene el maíz en el costo de producción colocó al margen por animal en terreno negativo.