Por Federico Landgraf, director ejecutivo de Casafe
La biodiversidad está bajo la lupa. El extraordinario avance de la urbanización, y la conversión de hábitats naturales para utilizarlas en otras actividades ha reducido los espacios naturales considerablemente.
Con ello se redujo también la posibilidad de que los organismos se conecten con sus espacios libremente. Parte de esta situación se debe a la actividad agrícola, que hoy trabaja para preservar la biodiversidad.
Afortunadamente, el sector está tomando conciencia sobre la necesidad de producir de manera sustentable y reduciendo el impacto ambiental a través de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). Con buenas prácticas y la incorporación de tecnología, los agricultores reducen la necesidad de aumentar la superficie trabajada y mantienen los hábitats naturales, convirtiéndose en aliados del ambiente.
Una de las estrategias utilizadas, por el sector agropecuario para preservar la biodiversidad, es el manejo adecuado de los recursos naturales. Nos referimos al uso apropiado del recurso suelo, el agua y los sustratos. Al analizar y cuidar el suelo mantenemos y mejoramos sus características naturales minimizando la contaminación. Por su parte, el uso racional y eficiente del agua para riego, evita excesos e insuficiencias de agua, y preserva también la salud del suelo.
El manejo integrado de plagas (MIP) es otra de las herramientas que contribuyen al cuidado de la biodiversidad. El MIP implica usar todas las técnicas agrícolas disponibles para minimizar los problemas sanitarios que afectan a los cultivos. En el manejo integrado, el productor previene y hace un seguimiento de las plagas antes de intervenir con productos fitosanitarios. En esta línea, se utiliza también la rotación de cultivos. Esta herramienta es sumamente sustentable porque mejora la estructura física del suelo y las condiciones competitivas de cada cultivo frente a las plagas.
Por último, una herramienta agrícola que aporta al cuidado de las especies son los refugios de biodiversidad. Nos referimos a espacios donde se deja crecer vegetación espontánea, con el objetivo de proveer hábitats y fuentes de alimento a la vida silvestre. Estas áreas no cultivadas facilitan el movimiento de numerosas poblaciones de flora y fauna porque conectan distintos hábitats presentes en los paisajes rurales. Los refugios de biodiversidad generalmente se encuentran en los bordes y las esquinas de los lotes agrícolas, las áreas junto a los alambrados y otros espacios no utilizados o descartados por su baja productividad.
La promoción de la biodiversidad es una responsabilidad de todos y la agricultura no hace oídos sordos. A través de estas y otras herramientas englobadas bajo las buenas prácticas, los agricultores trabajan con responsabilidad para cuidar al planeta y sus especies.