Desde 2015 se celebra la Argentina el Día Nacional del Mate en honor al primer Gobernador de origen guaraní de nuestro país: Andrés Guacurari y Artigas.
“Andresito”, gobernó Misiones entre el 1815 al 1819 y se le atribuye un rol muy importante en fomentar la producción y distribución de yerba mate en la Argentina.
Si bien mucho se habla de esta infusión emblema no solo de Argentina sino de Sudamérica, es muy poco lo que se ha escrito al respecto. Existen una decena de libros entre los cuales se destaca el de Amaro Villanueva, “El Mate: El arte de cebar y su lenguaje”.
Su leguaje, usos y costumbres han evolucionado en el tiempo. Las bombillas de tacuara dejaron su lugar a las pico de loro o bombillones de alpaca y los mate porito a los hoy de populares imperiales. El agua se ha ido cebando desde vasijas, pasando por calderas, teteras traídas de Europa hasta llegar hoy a las pavas eléctricas y los termos. Sin embargo, hay algunas costumbres que se mantienen inalterables. El “poné la pava que estoy llegando”, “ta lavado tu mate che”, “el del estribo” y tantas otras que tienen que ver con esa conexión emocional y tradición tan nuestra.
En los últimos tiempos el consumo de yerba mate sigue aumentando y cada vez “los verdes” llegan a más público. Cada día se democratiza más de la mano de la mayor variedad de yerbas, blends y los nuevos hábitos de consumo.
El complejo yerbatero sigue innovando, aumentando sus niveles de exportación a nuevos mercados y especialmente en el exterior hay una adopción exponencial de esta bebida, motivada por factores como el Mundial de Qatar y la llegada de Messi a EEUU. No tengo dudas que en los próximos años se viene el boom de la yerba mate, que por otro lado se está empezando a posicionar en Argentina y el mundo como lo hizo el vino en los 90, solo que a una velocidad infinitamente mayor.
La yerba mate es mucho más que un producto único y noble en el cual Argentina es líder absoluto en producción y consumo, es en muchos casos la esencia de nuestra Argentinidad. Es una muestra de nuestra forma de relacionarnos, nuestro “don de gente” y esa capacidad de ser expertos en cualquier cosa a la que le echamos mano.
Hoy es día de calentarse el agua, elegir yerba, mate, bombilla y tomarse unos buenos mates y retomar esa charla pendiente, hacerse unos minutos para honrar el viejo o la vieja, que entre otras cosas nos enseñó que un buena amargo siempre es una buena idea si se está bien acompañado.
Martin Gómez – Emprendedor y cofundador de Academia de Sommellerie.