En los últimos años comenzó a darse un fenómeno cada vez más recurrente: el de encontrar productos que no son lo que creemos que son.
Con sorpresa muchas veces hemos descubierto que los productos que siempre hemos comprado con la total certeza de saber lo que eran, sin tener necesidad de revisar las etiquetas, ya no son exactamente lo que parecen, sino “basados en”.
Pongamos el ejemplo de la manteca. Hasta hace poco tiempo estaba en un espacio bien definido en los estantes, con un empaque tan característico que no dejaba lugar a dudas, por lo que se podía identificar a simple vista. Ahora cada vez es más frecuente encontrar en el estante de la manteca también productos con el típico envase de una manteca, de marcas conocidas, pero que tienen escrito en la etiqueta en letra pequeña “producto para untar a base de crema y aceite vegetal”.
Lo mismo ocurre que con el “rallado” que uno compra convencido de que está adquiriendo queso rallado, yogures que no son tales o “alimentos lácteos” que se asemejan a cajas de leche.
Tendencia a presentar todo como reemplazable
Otro caso es el de la margarina: antes se envasaba de forma diferente a la manteca y también se comunicaba de forma diferente. La manteca era manteca y la margarina era margarina. Hoy, en la era del relativismo y la holística, tendemos en cambio a querer anular las diferencias y hacer parecer que todo es casi igual, por lo tanto superponible y reemplazable, es decir, indiferente.
Como todos sabemos, la margarina ciertamente no es mejor que la manteca y las bebidas vegetales no son mejores que la leche. La legislación, por el contrario, deja a menudo un amplio margen para que parezca que algo es lo que no es: “producto a base de…”, “condimento a base de…”. Cada vez existe una gama más amplia de alimentos “similares”, que pueden variar desde el punto de vista composicional, nutricional, funcional, respecto a su doble original, por lo que se debe prestar atención no tanto a la presentación sino a las etiquetas., que no son adornos, sino herramientas de información del producto.
Comprar es una elección, que puede ser más o menos aconsejable, pero que debe hacerse con responsabilidad. No se trata tanto de seguridad alimentaria, dado que todos los productos puestos en el mercado deben cumplir con la normativa sanitaria vigente, sino de políticas comerciales y de marketing para conquistar espacios de mercado y nuevos tipos de consumidores. Cada vez se ponen a la venta más productos nuevos; no son peores, pero sí diferentes a los que estábamos acostumbrados y con los que aún compiten.
Cada vez se hace más necesario que nunca, leer con atención las etiquetas, especialmente la lista de ingredientes. Ciertamente, un producto original nunca puede ser igual a su similar.
FUENTE: www.ocla.org.ar/